Más allá de los algoritmos, la intuición humana debe prevalecer

Hoy en #PuntodeVista, Lucía Wiener, senior research director de Public Affairs escribe sobre el uso de la inteligencia artificial y la necesidad del toque humano en este proceso.

Planeta tierra. Año 2025. Un mundo donde las máquinas toman decisiones sobre tu libertad, tu dinero y tu futuro. Un mundo donde la inteligencia artificial (IA) no solo procesa información, sino que la crea y actúa sobre ella. ¿Suena a ciencia ficción? Pues bienvenido a esta nueva realidad, donde este escenario ya no es una fantasía.

Yuval Noah Harari, el historiador israelí ya famoso por sus obras “Sapiens” y “Homo Deus”, nos sumerge en esta realidad con su nuevo libro “Nexus”, en el cual aborda las posibilidades de la IA y sus potenciales (si no ya reales) riesgos.

En nuestras sociedades modernas, donde el vecino es un extraño y solo estamos unidos a nuestros compatriotas por el amor al ceviche y los colores de la bandera, Harari argumenta que son los sistemas de información los que tejen nuestra cohesión social e identidad como grupo. Estos sistemas nos permiten compartir conocimientos, debatir ideas y forjar identidades comunes con personas que jamás conoceremos en persona, pero con las que tenemos gustos y creencias en común.

Estos sistemas han evolucionado rápidamente. De la piedra al papel, de las ondas de radio a los cables de fibra óptica; hemos ampliado nuestra capacidad de conectarnos. Pero la IA representa un salto cuántico en esta progresión. Ya no es solo un medio de transmisión, sino un creador y decisor autónomo, capaz de procesar información y tomar decisiones en formas que no entendemos y sin necesitar nuestra ayuda.

La pregunta que plantea Harari es: ¿estamos cediendo demasiado control? cuando los algoritmos deciden sobre la bolsa de valores o determinan la peligrosidad de un individuo para ser encarcelado, ¿no estamos poniendo en riesgo los fundamentos mismos de nuestra sociedad?

Ante estas dudas, el método científico nos ofrece una lección valiosa. Su fortaleza radica no solo en la acumulación de conocimiento, sino en su capacidad de autocorrección. Es un sistema que se cuestiona a sí mismo, que se reinventa con cada nuevo descubrimiento y que está en constante revisión y validación por parte de las nuevas generaciones de científicos.

Esta es la clave que debemos aplicar en nuestra relación con la IA. No podemos permitir que los sistemas se autorregulen sin intervención humana. Necesitamos mantener nuestra mano en el timón, con nuestra brújula humana. Esta lección es particularmente relevante para nosotros en Ipsos. Como líderes en investigación de mercado, nos encontramos en la intersección entre la revolución de la IA y la necesidad persistente de comprensión humana profunda.

Desde Ipsos, hemos abrazado el potencial de la IA en la investigación de mercado, pero siempre con un ojo crítico y humano. Reconocemos que mientras los algoritmos pueden procesar vastas cantidades de datos, identificar patrones y generar predicciones, es nuestra intuición humana, nutrida por años de experiencia, la que transforma esos datos en insights verdaderamente significativos y accionables.

Imagina un estudio sobre hábitos de consumo en una ciudad diversa. La IA puede procesar millones de transacciones y generar patrones de compra precisos. Pero solo un investigador humano puede entender por qué cierto barrio prefiere una marca local sobre una multinacional, captando el orgullo y la historia detrás de esa elección.

La IA nos permite amplificar nuestra capacidad de escucha, de análisis, de predicción. Pero es nuestra experiencia, nuestra empatía y nuestra capacidad de contextualización lo que convierte esos datos en estrategias de mercado efectivas y culturalmente relevantes.

El futuro de la investigación de mercados no es una batalla entre humanos y máquinas. Es una sinergia donde la IA potencia nuestras capacidades y nosotros le damos sentido y dirección. Porque al final del día, son las personas las que compran, sienten, sueñan y deciden. 

Así que, mientras avanzamos hacia un futuro cada vez más confuso, hay que recordar que la verdadera inteligencia no está en los algoritmos, sino en cómo los usamos y como los regulamos para mantener a los seres humanos al mando. 

Nota: este artículo tuvo como corrector de estilo a Ipsos Facto, el modelo de IA de Ipsos. 

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