Con guitarra y cajón
Javier Álvarez, director senior de Trends de Ipsos Perú, nos cuenta sobre el papel que desempeña la música y los instrumentos musicales durante el confinamiento.
La cuarentena extendida nos confinó al hogar por más de 100 días. Durante este tiempo la música fue, es y será una aliada para sobrellevar el aburrimiento y el estrés del confinamiento. En esta situación atípica y singular, la presencia y compañía de las expresiones artísticas se transforman en un necesario canal de expresión social . Artistas y músicos, profesionales y amateurs, comparten su talento en vivo, desde el balcón, garaje o azotea. Incluso cantantes y ciudadanos de a pie dan rienda suelta a su creatividad y habilidades elaborando bailes, canciones y videos que se difunden a través de las redes sociales. No cabe duda que el mundo de los ritmos y sonidos está en nosotros, es uno de los redescubrimientos de la cuarentena; así como el reconocer y valorar la pasión de los peruanos por hacer música y su afinidad por los instrumentos musicales.
La enseñanza musical -incluso de carácter obligatoria en las escuelas- estuvo muy presente en la generación Baby Boomers y parte de la generación X. Algo que se ha retomado en estos tiempos, incorporándola nuevamente a la oferta educativa principalmente la de colegios privados. Quien toca un instrumento se convierte en una persona metódica que cuida los detalles, planifica bien las tareas y tiene mucha capacidad de atención. Si además se forma parte de una orquesta o grupo, la práctica mejora el trabajo en equipo y la disciplina. Según un sondeo de Ipsos entre mayores de 12 años (1), a la mayoría le gustaría dominar un instrumento, pero solo un tercio de la población manifestó saber hacerlo en algún nivel. Esta afición -en algunos casos profesión- tiene claras diferencias por NSE, género e incluso edad. Se registra más apego a ella en los NSE A y B; así como entre hombres y adultos mayores.
Los peruanos tendrían una ligera orientación hacia los instrumentos de cuerda más que a los de viento o percusión. Entre los de cuerda, claramente destacan la guitarra -más acústica que eléctrica- y el piano, la primera con más adeptos y reconocimiento popular. En la categoría viento, menciones a favor de la flauta y la trompeta. En percusión, el cajón (tercero en el ranking general), la batería y el tambor. Por segmentos, notamos diferencias por género que vale la pena destacar: La guitarra, el cajón, la batería y la trompeta tendrían un espacio ganado entre los hombres; mientras que la flauta y el violín entre las mujeres. La categoría “eléctrica” que incluye a este tipo de guitarra, al bajo y el órgano (teclados) tiene baja penetración y está presente principalmente en hogares de NSE A y B.
Quienes saben tocar un instrumento comparten entre sí ciertas peculiaridades que resaltan en su comportamiento: Son más digitales, gustan de la lectura, estar bien informados y consumir más música y sobre todo variada; ven menos televisión, pero son más streamers. Son googleros y usuarios intensivos del chat, de las redes sociales, del YouTube y de los videojuegos. Le dedican tiempo y dinero al cuidado personal. Disfrutan ejercitarse y desarrollar actividades deportivas, aspiran a una vida y alimentación saludables. Les complacen las reuniones sociales, ir al cine y al teatro. Aman los conciertos e ir a bailar. En general, son más sociables y prefieren no quedarse en casa, son concurrentes frecuentes de los centros comerciales y tiendas por departamento. Son más receptivos a la oferta de nuevos productos y servicios, incluso estarían predispuestos a pagar más por la calidad entre los primeros y buena atención entre los segundos.
Para quienes comparten el sueño de aprender a tocar, casi la mitad elegiría guitarrear; y cuanto más joven el interesado, mayor la preferencia por la versión eléctrica. Piano y violín serían parte de las opciones preferidas, principalmente del segmento femenino. Hay quienes también mencionan sus preferencias por la batería, el saxofón y los teclados. Aprender a tocar un instrumento es un anhelo y una tarea pendiente para los peruanos. Quedan claros los beneficios que ello conlleva. Incentivemos con firmeza la educación musical desde temprana edad, en pro del desarrollo y refuerzo de las habilidades cognitivas. Para el proceso de selección de personal incorporemos la evaluación y puntuación de la inteligencia musical; y finalmente conectemos mejor con nuestros clientes y consumidores tocándoles la melodía con el instrumento que más los identifique.
Fuentes:
(1) Ipsos: Perfil del adolescente, joven y adulto 2020.