Madre soy y no me compadezcas

En el Perú, como en muchos países del mundo, el segundo domingo de mayo celebramos el Día de la Madre. Según la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO, 2016), más de 8 millones de mujeres somos madres: de cada 10 mujeres en edad fértil, 7 tenemos hijos.

Autor(es)
  • Karina Miranda Ipsos Public Affairs Perú
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Sin embargo, en términos de políticas públicas que beneficien a las madres y permitan la igualdad laboral entre hombres y mujeres, tenemos todavía mucho camino por andar.

Que casi tres de cada cuatro mujeres sean madres nos puede llevar a pensar que tener hijos es natural para las mujeres, pero nada más riesgoso que naturalizar la función materna. Si asumimos que es normal, invisibilizamos todo el esfuerzo que implica la maternidad y restamos valor a los recursos físicos, emocionales, económicos y de tiempo que las mujeres entregamos a esta función (Guevara, 2018).

Un ejemplo de esta naturalización es el hecho de que una mujer con empleo formal tenga 98 días de licencia de maternidad mientras que el hombre solo 4. Esta desigualdad hace que la mujer quede como única responsable del cuidado del recién nacido, en un momento sumamente intenso, lleno de retos, emociones, miedos y dudas. Cualquier mujer que ha atravesado el puerperio sabe a lo que me refiero. Una mirada cuidadosa, empática e incluyente de esta etapa, nos llevaría a garantizarle a la mujer que acaba de ser madre el acompañamiento y soporte de su pareja. Sin embargo, actualmente estamos bastante alejados de ese ideal, situación que compartimos con otros países de la región, aunque en materia de días de licencia paterna, Perú está de último en la lista con respecto a otros países latinoamericanos. En Colombia la licencia de paternidad es de ocho días, en Ecuador y Uruguay de diez, en Paraguay y Venezuela el descanso asciende a dos semanas. Claramente tenemos una tarea pendiente.

Otro tema relevante que pone en evidencia la desigualdad entre padres y madres, son las consecuencias en el desarrollo profesional que la maternidad trae a las mujeres, que no se evidencian en el caso de la paternidad para los hombres. Esta desigualdad se puede ver, por ejemplo, en diversas investigaciones sobre brecha salarial. Según el último reporte sobre el tema del Foro Económico Mundia l, las mujeres peruanas tienen su primer hijo alrededor de los 29 años, edad en la que la brecha salarial se empieza a acentuar. Ñopo (2012), en una investigación realizada en América Latina y el Caribe, evidenció que es alrededor de los 30 años que los hombres empiezan a ganar más que las mujeres (citado en Carrasco, 2017).

Esta disparidad salarial no es la única diferencia notoria entre hombres y mujeres profesionales, según un estudio realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT): solo un 29% de empresas en Perú cuenta con mujeres en posiciones directivas, lo que nos ubica en el puesto 59 de 108 países analizados, nuevamente por debajo de nuestros vecinos. Podríamos intentar explicar esta diferencia argumentando que en algunos casos las mujeres toman distancia de su vida profesional para poder dedicarse a la crianza de sus hijos, pero incluso quienes continúan trabajando después de ser madres, tienen salarios menores que sus pares hombres. Para Araujo (2017), las carreras profesionales mejor pagadas exigen horarios menos flexibles y largas jornadas laborales, condiciones muy poco compatibles con la crianza, por lo que estas posiciones terminan siendo ocupadas principalmente por hombres (citado en Carrasco, 2017).

Si bien en muchos casos las mujeres optamos por empleos que ofrezcan jornadas flexibles o incluso por trabajos que nos permitan estar en casa, el camino que nos toca recorrer al convertirnos en madres es mucho más complejo que el que transitan los hombres cuando se convierten en padres. Para ilustrar esta situación, preguntamos a hombres y mujeres del Perú urbano, que trabajan fuera de casa y tienen hijos, cuántas horas al día le dedican a sus empleos: en promedio, las mujeres respondieron que ocho horas, mientras los hombres nueve. Digamos que, a juzgar por los datos de esta encuesta (Ipsos, mayo 2017), no hay grandes diferencias en la duración de la jornada laboral, pero en donde sí notamos disparidades es en las horas destinadas a las tareas del hogar: los hombres en promedio dijeron que cinco horas, mientras que las mujeres ocho. Estos resultados demuestran que para las mujeres el cuidado de la casa y de los hijos demanda mucho más trabajo que el que dedica un hombre en las mismas condiciones.

¿Y quién se queda a cargo de los hijos cuando los padres trabajan? Esta misma encuesta reveló que casi un tercio de las mujeres mencionó a su mamá como la encargada del cuidado de sus hijos, evidenciándose que las redes de soporte de una madre recaen sobre la propia madre. Solo un 5% de mujeres reportaron que sus hijos quedan al cuidado de su padre cuando ellas salen a trabajar.

Como dijimos al inicio del artículo, hay mucho camino por recorrer, muchas brechas que acortar y altas posiciones que ocupar. Necesitamos todos, hombres y mujeres, que las mujeres podamos vivir una maternidad sostenida, acompañada, con políticas públicas que miren y nos pongan en igualdad de condiciones: la maternidad no es solo responsabilidad de las mujeres, sino de la sociedad en su conjunto.


Bibliografía

Autor(es)
  • Karina Miranda Ipsos Public Affairs Perú

Sociedad